sábado, 31 de agosto de 2013


VII. TODO NOS HABLA

Cuando descubrimos la voz de nuestra consciencia aparecen muchas otras voces.  Cuando somos capaces de escuchar nuestra sabiduría interna todo nos habla.

Al acallar nuestra mente y contemplar cómo un papel en blanco el mundo que nos rodea podemos ser escritos. Somos canales disponibles a la vida.  Recibimos la voz en los ojos de quienes miramos, en los animales, en las plantas, incluso en las cosas inmateriales.  Existen mensajes  guardados en las rocas, en los edificios, en las habitaciones, en los objetos que tienen un pasado y han acompañado distintas vidas. Todo nos habla y puede ser puede ser escuchado.

Al principio puedes percibirlo como  sensaciones más o menos inconexas: una cierta comodidad o incomodidad ante objetos o espacios concretos. Progresivamente aparecen retazos de información combinados con  sentimientos asociados que se mantienen de forma más estable. Posteriormente pueden aparecer mensajes más o menos completos.

Si continuas puedes interaccionar con la energía que habita el mundo que te rodea. Puedes contemplar cómo te influyen y también la capacidad que tienes para afectar su energía.

La energía que habita el mundo no tiene una relación directa con el tamaño de los seres u objetos que nos rodea. Espacios u objetos pequeños pueden estar muy cargados y lo contrario.

De alguna forma todos percibimos la carga energética de los objetos y seres que nos rodean, de alguna forma todos somos influidos por ella. Varía el grado de verbalización que podemos realizar en función del grado de consciencia con que podamos percibirla.

jueves, 15 de agosto de 2013


VI. NO HE VISTO A DIOS

No he visto a Dios. Lo he buscado, pero mis ojos no se han regocijado en su gloria. Cada vez que lo he buscado sólo he encontrado silencio. La soledad acompaña al que busca lo infinito. No se me ha concedido el gozo de su contemplación. Camino a tientas.

Probablemente la esterilidad de nuestra búsqueda esté relacionada con la idea que tenemos de Dios, con ese conjunto de imágenes y estereotipos que se han transmitido desde los albores del hombre. Probablemente si existe Dios, diste mucho de esa imagen poderosa y volátil de Dios Padre que Miguel Ángel inmortalizó en la Capilla Sixtina.

Buscamos a Dios por pura necesidad. Por estricta demanda de darle un sentido a la vida. Por encontrar una justicia divina que compense en el más allá las injusticias que encontramos en la Tierra. Fundamentalmente, buscamos a Dios para no sentirnos solos: para encontrar alguien que nos escuche, nos consuele, nos dé esperanzas en todo momento y en cualquier lugar.

Probablemente, si existe Dios, no tiene nada que ver con nuestros estereotipos ni con nuestra apremiante necesidad. Probablemente si existe un concepto de Dios esté relacionado con el mundo de la Física, con los retos que nos quedan por descubrir.

Dios podría ser un principio universal que tiende a armonizar la complejidad.

En este sentido me gustaría recordar los experimentos que realizó Masaru Emoto sobre la formación de cristales de hielo en agua bajo distintas condiciones ambientales.  Cuando la formación del hielo se realizaba susurrando palabras de agradecimiento, música suave y relajada la cristalización del agua se realizaba en formas regulares y estéticamente hermosas. Sin embargo, cuando esa misma agua se cristalizaba bajo condiciones de stress ambiental y palabras desagradables se formaban cristales irregulares y deformes. ¿Cómo el agua, algo inerte, podía captar y modificar su cristalización según condiciones ambientales que aparentemente no incidían en el proceso?

Desde hace unos cuatro millones de años, el ser humano ha sido protagonista de la historia del planeta. Ha evolucionado físicamente pero sobre todo ha evolucionado culturalmente. Ha desarrollado una serie de técnicas e innovaciones que a su vez aceleran la mayor evolución y complejidad de las sociedades humanas. El hombre reacciona a cambios medioambientales pero también provoca cambios medioambientales que provocaran a su vez nuevas adaptaciones sociales y culturales que poco a poco aumentan de velocidad y complejidad.

Y si Dios fuese ese principio que intermedia entre la vida y el medio y de alguna manera media para armonizar su crecimiento y complejidad

No siempre el ser humano ha sido digno de ser llamado así, hemos sido capaces de realizar las acciones más viles y crueles: injusticia social, masacres, torturas, extinciones… ¿Cómo hemos sobrevivido como especie, como sociedad?

Probablemente no hemos perecido y hemos podido crecer como sociedad porque en la mayoría de los hombres se encuentra una cierta tendencia hacia la bondad y cierto tipo de justicia. Hemos sobrevivido porque buena parte de los hombres y mujeres han podido conectar con el lado sabio de la vida. Ese canal que de alguna forma nos impulsa al respeto, a la ayuda, a la cooperación y a la solidaridad. Quizás en el mismo aire que nos rodea esté ese impulso “divino” que, al igual que el agua congelándose, nos impulsa hacia la armonía. Al percibirlo y darle un espacio en nuestras vidas estamos fortaleciéndolo. Permitimos que crezca y pueda seguir influyendo en generaciones posteriores. Como las ondas que se expanden del impacto de una piedra sobre el agua.

miércoles, 14 de agosto de 2013


I. OBSTÁCULOS PARA LA CONSCIENCIA

Existen múltiples dificultades para el desarrollo de nuestra consciencias personal: nuestro ritmo de vida, el stress, la dispersión en que vivimos, la importancia de los medios de comunicación y de las nuevas tecnologías en nuestra vida, las adicciones, el incremento de la importancia del dinero, las relaciones de poder, etc. Seria innumerables las distintas atracciones que se ofrecen a nuestra atención y la casuística tan enorme que presenta el ser humano para vivir de espaldas a su propia sabiduría.           Voy a centrarme en uno de los que considero más importantes: vivir en el ego.

En las sociedades occidentales modernas, casi todos llevamos un niño herido dentro. Un porcentaje muy significativo de nosotros ha tenido una infancia más o menos problemática. Frecuentemente hemos sido desatendidos, no tanto en aspectos de manutención y subsistencia sino en términos emocionales. Hemos sido criados por padres que también tenían sus  traumas personales, que presentaban sus propias dificultades para amarnos, valorarnos, respetarnos, etc….Por ello, casi todos presentamos la típica herida narcisista.

Frecuentemente vivimos los sucesos de la realidad como una actualización de los traumas infantiles. Como estériles repeticiones de lo que no obtuvimos. Si no nos quisieron lo suficiente, vivimos en continua persecución del afecto de los demás, dejamos condicionar nuestra vida en su búsqueda y obtenemos frecuentemente una reedición actualizada del rechazo y de la falta de afecto. Si fuimos manipulados por alguno de nuestros progenitores vivimos nuestras relaciones con el miedo y más tarde la confirmación de volver a serlo por nuestras parejas, nuestros amigos… etc.

Existen múltiples causas de nuestra herida narcisista. Intentamos convivir con ella. Decirnos que ya pasó mientras se nos vuelve a abrir la herida tras cada relación. A veces, nos armamos de valor y nos sometemos a duras y largas terapias. Repasamos una y otra vez lo que sucedió, esperando que la luz de la razón espante los fantasmas como ocurre  en algunas películas.

En mi experiencia, hay una parte de nosotros en que podemos cicatrizar pero no curar del todo. Siempre habrá una zona donde será más fácil herirte, donde el dolor anide de forma recurrente. Podemos aprender a convivir con ello, pero siempre dejará una marca. Difícilmente,  seremos hombres y mujeres total y vitalmente sanos.

Pero podemos elegir. A veces podemos dejarnos llevar y sentir que no nos quieren lo suficiente, que no se nos valora, que no tenemos… Podemos vivir en el ego y seguir siendo que niños grandes que esperan de los demás o podemos quedarnos de pie y a pesar de todo lo vivido mostrar nuestra firme determinación a ser conscientes. Contemplarnos con el suficiente amor y compasión cuando caemos en el ego y necesitamos pero sin la complacencia de quedarnos allí. Eso estuve bien un tiempo, sentimos los beneficios asociados a la herida narcisista: la inocencia y la falta de responsabilidad de las víctimas, culpabilizamos  de los demás y en consecuencia nos sentimos  mejores que ellos, esperamos una recompensa divina tras nuestro dolor…

Quedarnos ahí no nos enseña, no nos hace avanzar. Podemos elevarnos como una persona que- al igual que los demás, una vez fue herido- pero, hoy mira más allá del dolor y escucha la voz que nos habla a todos.

lunes, 12 de agosto de 2013


I.                    ESTADOS DE CONSCIENCIA PLENA
IV. ESTADOS DE CONSCIENCIA PLENA
En ciertos momentos, alcanzamos una calma especial. Los pensamientos, los deseos y las necesidades se acallan y la consciencia se expande. Distinguimos momentos por la ausencia de preocupación, por la ausencia de pensamientos y la diáfana claridad con la que percibimos el mundo. Es un momento de luz, los objetos, el paisaje se perciben con una claridad que hace brillar las superficies, que pule los ángulos. El aire es limpio y dentro de nosotros solo hay vacío. Percibimos sin pensamientos, sin juicios y todo es jubiloso. La misma luz que puebla el mundo parece inundarnos a través de los ojos y somos únicamente  visión,  percepción,  luz.

Dejamos de tener una historia personal, dejamos de ser individualidad y de pronto somos uno con lo que nos rodea. Reparamos la escisión primigenia que nos arrojó a la existencia. Somos uno con la vida. El mundo que percibimos está dentro y fuera de nosotros. No hay resistencia, solo una extrema derrota a ser.

Dejamos de percibir la compartimentación del tiempo. No diferenciamos el pasado, del presente y del futuro. El pasado y el futuro no existen. La vida es un único momento consciente infinito y pleno. No existe nada más allá de esa gloriosa unión con la vida.

viernes, 9 de agosto de 2013


III.                  ¿CÓMO DISTINGUIMOS LA VOZ DE LA CONSCIENCIA?

De entre todo el maremágnum de voces que habita dentro de nosotros: unas definitivas, otras transitorias, distinguimos la voz de la conciencia porque nos dice la verdad. La verdad es un concepto difícil de mantener en las sociedades occidentales, donde los convencionalismos, la buena educación, el deseo de agradar al otro, el miedo a hacer daño, etc… nos impulsa a mantener una relación ambigua con la verdad. Existe un concepto de lo políticamente correcto, existe una hipocresía mínima socialmente aceptada que nos impulsa a controlar y modificar lo que decimos dentro de un amplio margen donde reside la verdad.

Cuando preguntamos “¿Cómo estás? Solemos encontrar respuestas estereotipadas, ambiguas, más o menos cercanas a la verdad. Llevamos tanto tiempo manejándonos entre lo que podemos decir y lo que no que, a veces, dudamos de nuestra propia realidad, de nuestra verdad.

La consciencia es la voz que te dice la verdad. No te grita, no te conmina a realizarla, a asumirla, o a  dejarte llevar por ella. Simplemente te impulsa a ser consciente de tu realidad. A no olvidarte de quien eres y de lo que anhelas.

Nuestro comportamiento puede o no ajustarse a la verdad. La conquista de la sinceridad es un logro que solemos pagar con una mayor soledad y un mayor vacío en nuestras vidas. El mantenimiento de un trabajo, de unas relaciones sociales, de una familia, de unos amigos, de una relación se logra con una sabio equilibrio entre verdad y convencionalismo. Entre tu verdad personal y las reglas y normas sociales.

Un individuo que se dejase guiar por la sinceridad en todo momento probablemente sufriría distintos conflictos sociales. La verdad es un lujo que nos exige un tributo que hemos de pagar.

La consciencia no nos exige una vida integra ni una sinceridad suicida. La consciencia sólo nos proporciona la luz para contemplar una realidad verdadera. Independientemente de que nuestra vida sea verdad o mentira. De que nos permitamos pequeñas mentiras, pequeños convencionalismos o grandes engaños. Lo importante es que cada individuo  sea consciente de su verdad. La verdad es una meta a la que dirigir nuestra vida, a la que acercar nuestros pasos.

Conforme la escuchamos la voz de la consciencia va fortaleciéndose. Se convierte en un amigo interior. Nos acompaña.

No siempre podemos prestarle atención. A veces existe tanto dialogo exterior, interior, tanta información recibida a través de los medios de comunicación, tantos intercambios a través de las nuevas tecnologías que la perdemos de vista.

La consciencia no nos juzga. La consciencia nos espera. Es inevitable y por tanto , ineludible.

jueves, 8 de agosto de 2013


I.                    TODOS TENEMOS UNA VOZ QUE NOS HABLA

Todos tenemos una ventana de sabiduría en nuestro interior. Todos tenemos una voz que nos habla. Todos tenemos nuestro maestro interior: nuestra sabiduría.

Las dificultades para encontrarla, discriminarla y aprender a confiar en ella son diversas.

Uno de los problemas más graves radica en la multitud de voces que puebla nuestro interior. Una de las fuentes de estas voces es nuestro pensamiento. Nuestra mente emite una multitud de voces, de pensamientos que acuden de forma constante a nuestra consciencia. Pensamos en lo que tenemos que hacer, recordamos conversaciones, nos viene a la mente imágenes de las personas que vimos ayer o a veces un pequeño gesto, una imagen nos hace recordar momentos muy antiguos o personas que hacía tiempo que no veíamos.

Otra de las dificultades para distinguir la voz de nuestra consciencia son los deseos y las pulsiones que nos llegan desde el cuerpo. El hambre que nos evoca imágenes de comida. El deseo sexual que nos impulsa con una fuerza desmedida. No podemos hacer nada para luchar contra esas pulsiones y necesidades corporales. Lo mejor es evitar convertir nuestra vida y nuestro cuerpo en un campo de batalla. En un ring. Lo mejor es rendirse a ellas y satisfacerlas siempre que no comporten ninguna agresión para nosotros mismos o para los demás. No es muy sabio dedicar buena parte de nuestra energía a luchar contra nuestra esencia animal. Podemos plegarnos a sus designios, no darles más importancia de la que realmente tiene y dejar espacio para nuestra dimensión espiritual.

Una tercera fuente de distorsión consiste en los valores y modelos adquiridos en el proceso educativo y familiar. Los patrones familiares que a fuerza de estar presentes en nuestra infancia van siendo asumidos de forma inconsciente y que terminan acompañándonos durante nuestra vida. Nuestra forma de ver y relacionarnos con el dinero, con el sexo, en las relaciones, tiene muchos rasgos prestados y asumidos. Existen patrones familiares comunes dentro de los hermanos, de los distintos componentes de una misma familia. Comenzamos a vernos a través de los ojos de los demás y poco a poco vamos escindiendo nuestra mirada del espejo que supone la visión del otro.  Poner consciencia a esos patrones prestados, surgidos en circunstancias ya pasadas y frecuentemente inadaptados a la realidad actual es un proceso arduo y complejo.

Debido a esta acumulación de voces interiores: pensamientos, deseos y necesidades, patrones adquiridos nuestro interior es confuso, cambiante y a menudo inseguro. Nos cuesta estar en silencio interior, sentirnos vacíos de lastre. En ese contextos, la voz de nuestra consciencia es una más. Frecuentemente no podemos distinguirla y mucho menos convertirla en una herramienta para la vida.

La voz de la consciencia se fortalece y se debilita. No permanece estable sino que su presencia depende en gran medida de nuestras decisiones, de nuestra actividad.

Se debilita a fuerza a de no prestarle atención y no seguirla. Se transforma entonces en un pálido murmullo difícilmente distinguible de otras voces mucho más rotundas. En general- dentro del estilo de vida actual en las sociedades occidentales- , dominan los pensamientos de nuestra mente y las pulsiones sexuales y alimenticias de nuestro cuerpo. El resto de nuestra actividad interior va quedando relegada para poder satisfacer deseos y pensamientos.

Primero hemos de aprender a bajar el volumen de nuestra actividad mental, a satisfacer nuestros deseos sin investirlos de una importancia obsesiva. Empezamos a crear cierta tranquilidad donde la voz de nuestra consciencia pueda ser perceptible.

Si aprendemos a escucharla y dejamos que se convierta en una guía en nuestra vida estamos poniendo las bases para su desarrollo. Irá inundándonos y llenándonos de un mensaje claro y diáfano, de una guía en nuestras vidas.

miércoles, 7 de agosto de 2013


I.

No hemos venido al mundo para ser felices. Estamos aquí para desarrollar nuestra consciencia.

Venimos a la vida con una consciencia determinada. Todo lo que nos ocurre en la vida conspira para desarrollar nuestra consciencia.

Podemos definir la consciencia como la capacidad por desarrollar una percepción más total y profunda de la realidad que nos rodea a través de nuestra visión interior.

En el  “espacio” de donde procedemos todo lo que va a estar vivo forma parte de una única consciencia universal, atemporal, presente. Cuando nacemos un pequeño fragmento de esa consciencia universal se separa y se encarna en un cuerpo. El recuerdo de esta separación constituye un trauma universal de todo ser vivo y por ende de todo ser humano. La angustia de separación y de soledad es el trauma más universal y doloroso que hemos de afrontar. Todas las experiencias vitales que nos lo recuerdan y que nos acercan al mismo nos hace vivir de nuevo el desazón y el dolor asociado a esta experiencia primigenia.

La felicidad es una meta ilusoria. La felicidad es algo pasajero, dependiente de factores ajenos a nosotros mismos. Es un pequeño premio. El amanecer de un día soleado.  Al igual que no está en nuestra mano el paso de las nubes  y de los frentes de lluvia tampoco podemos forzar, agarrar o apresar la felicidad.

Sólo podemos desarrollar nuestra consciencia. En el momento de nuestra muerte, en medio de terribles miedos de desaparición irreparable y definitiva, nuestra consciencia vuelve a unirse con esa consciencia universal que de esta manera es enriquecida. Ese es el milagro y el único sentido de nuestra existencia.
La realidad nos dirige siempre en el sentido de nuestro desarrollo. Nos fuerza a cambiar y ampliar nuestra visión del mundo. Si nos resistimos nos vapulea con nuevas experiencias cada vez mas dolorosas. Si no aprendemos nos fuerza a pasar una y otra vez por una misma experiencia básica repetida en distintos personajes y escenarios. No existe otra salida que la transmutación interior: el desarrollo de la consciencia.