sábado, 22 de febrero de 2014

XIX DIOS HABITA DENTRO.

Damos muchas vueltas buscando la voz de Dios sin encontrarla. Desarrollamos multitud de actividades en esta búsqueda.  Realizamos cursos, meditaciones, charlas,…. Aprendemos técnicas, viajamos, hablamos. Visitamos lugares sagrados. Oramos ante imágenes piadosas. Retenemos objetos, los investimos de distinto significados. Buscamos el lado sagrado en el otro. Recibimos la sabiduría del maestro…

Buscamos fuera de nosotros la voz de Dios. Quizás por ello tardamos en encontrarla. Tal vez por ello, andamos tan agotados mentalmente. Puede que el cansancio extremo nos lleve a la rebeldía, incluso a renegar de él.

La voz de Dios reside dentro de cada uno de nosotros, solo tenemos que escucharla. Separarla de las otras voces, de los ecos de las voces que nos enseñaron, las expresiones usadas por nuestros padres, maestros. De las voces de nuestro ego. De las voces del dolor provocado por nuestra lucha por sobrevivir en un mundo cada vez más complejo y no siempre humano.

Se trata de simplificar la comunicación. De crear el silencio suficiente en nuestro interior. Ser capaz de silenciar la tecnología en sus múltiples apariencias. De alejar por momentos a los demás, incluso los muy queridos. De atrevernos a sentirnos solos y esperar.

Quizás cuando nos hable la pasamos desapercibida. Esperamos los grandes mensajes, las grandes verdades.  No esperamos la pequeñez en la voz de Dios, las cosas que hemos sabido siempre. Renegamos de él cuando no nos ofrece la llave de la felicidad, del estado de paz absoluta, de mensaje del más allá.

Pequeña e ignorada voz de Dios.