XX. TENTACIONES:
La tentación no se aproxima en la mano de un diablo de hirsuto
pelo rojo.
La tentación nos acecha en cada pequeña decisión que tomamos
en nuestra vida cotidiana. La tentación nos espera tras cada pequeño acto en
que nos provoca una inmediata y casi inconsciente respuesta negativa.
Cuando un amigo se nos autoinvita a nuestra casa de la playa
y se instala durante varios días y llegamos a pensar que nos utiliza como un
hotel, provocando en nosotros la emergencia de la consciencia de todos los momentos
en que tuvimos que luchar por unos recursos escasos. Recuerdas los retazos de
consciencia de cuando fuiste el menor de varios hermanos y tenías que luchar
por una comida y un afecto escaso. Y
puedes olvidar que ahora te puedes permitir la generosidad de albergarlo en tu
casa grande y que no te está quitando nada. Que la sensación de injusticia es sólo
el recuerdo de experiencias o de vidas pasadas.
Cuando hacemos la comida y nadie se levanta a recoger la
mesa y vuelves a sentirte como el niño del que todos se aprovechaban y caes en
la tentación de albergar un sentimiento negativo que no se corresponde con tu
realidad actual, porque ahora eres grande y nadie te obliga y no te impones
nada, sino que puedes levantarte y hacer eso porque te apetece y puedes no
levantarte si no te apetece y ver qué pasa.
Todos albergamos dentro de nosotros un arsenal de agravios pasados.
Todos en algún momento de nuestra dilatada existencia de células, enlaces y
materiales que hemos formado parte de planetas, astros, minerales, animales y
personas hemos sufrido dolor, escasez, soledad, incomprensión, muerte. Es una
mochila que invariablemente nos acompaña en un lugar de nuestra consciencia
profunda.
Miles de actos cotidianos nos provocan el estímulo necesario
para conectar con ese dolor profundo y antiguo. Miles de veces tenemos la
oportunidad de sentirnos agraviados, objeto de afrentas, objeto de injusticias
y conectamos y nos sentimos las victimas perfectas, justificadas y eternas.
Sólo a través de ese prisma se pueden entender las enormes
trifulcas que puedes tener conduciendo el coche con otro conductor
extraño. Solo así puedes entender la
batalla cotidiana por dejar el tubo de dentífrico abierto. La terrible revancha
y castigo de dioses que esperas tras una ruptura afectiva. El drama
culpabilizador con el castigamos cuando caemos en una soledad no querida.
Pero puedes distanciarte de reaccionar de forma espontánea a
esos estímulos que pululan a tu alrededor. Puedes ser consciente de que justo
en este momento eres un adulto fuerte, con poder sobre tu vida y tu destino.
Capaz de tomar tus propias decisiones y totalmente responsable de tu vida.
No hay nadie a quien achacar nada. Tu expareja – la que
ahora puede maltratarte, o al menos puedes percibirlo así- fue elegida por ti.
Tu elegiste al amigo que se invita a tu casa, tú has elegido el trabajo que ahora
te sobrepasa. Tomaste esas decisiones un día y si ahora no son positivas para
ti puedes decir que no y simplificar tu vida.
Tu vida no tiene que tener todo lo que aprendiste que era
imprescindible para una vida Toda vida no tiene porque estar llena, completa de
elementos que creías necesarios: pareja, amigos, casa, coche.
Lo único imprescindible es el camino hacia tu ser interior,
aprender a conocer, comprender y querer ese pequeño fragmento de eternidad que
eres tú: tu consciencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario